sábado, 14 de enero de 2012

El 2001 sigue latiendo

Fue una gran sorpresa. No escuché a nadie que previera lo que sucedió. Recuerdo que estábamos en la esquina de Scalabrini Ortiz y Corrientes, y empezamos a ver que venía más gente, desde Corrientes y Juan B. Justo, y de Chacarita. Había muchas columnas de gente suelta. Luego, todos empezaron a cantar que había que ir hacia la Plaza de Mayo. Yo estaba con mi esposa Noemí y mis hijos, y l

legamos hasta el Congreso. Comentaban que había renunciado Cavallo, y luego empezaron a gritar: “Que se vaya De la Rúa”.Otros sumaron: “Y Menem”. Luego: “Y los militares”. Eso se fue extendiendo hasta el “Que se vayan todos”. Escucharlo por primera vez fue hermoso y muy emocionante.

La Casa Rosada era un sálvese quien pueda. En la parte de atrás, pasaban los autos llevándose computadoras y carpetas. Todo el mundo volaba”.Se tomó la decisión de decirle a la policía: “Vacíen la Plaza de Mayo, hagan lo que sea necesario”. Creo que esa orden incluyó matar. La policía entiende cuando le dicen algo. Y no le dijeron: “No mate”. No le dijeron: “Que no haya un muerto”. ¿A qué hora renunció De la Rúa? Después de eso, ¿a quién obedecía la policía? No sé. ¿Al jefe de policía? ¿A algún contacto del PJ? El PJ estuvo en contacto todo el tiempo. Por eso, una investigación seria arrojaría muchas cosas. Si el PJ hubiese querido, se acababa la represión. Claramente.

Pero creo que fue una rebelión, porque una insurrección toma el poder. Y eso no fue. No sentí en ningún momento que la población dijera: “Vamos a gobernar nosotros ahora”. Después se empezó a gritar “Que se vayan todos”. Hasta que Duhalde planteó: “¿Si nos vamos todos, qué?”. Ése fue el gran problema de la movida asamblearia. No pudimos responder esa pregunta.

La potencia que tiró a De la Rúa, después se transformó en impotencia. Nos sentíamos capaces de todo, pero la consolidación de esa potencia estaba en la posibilidad de autoorganizar el proceso. Y como pueblo no pudimos responder a eso. No adjudico responsabilidades, aunque por supuesto que operaron distintas expresiones políticas.

Nosotros nos llenamos de gente, pero siempre digo que no crecimos en esos meses, sino que engordamos. La horizontalidad es un desafío muy grande. Estamos haciendo un esfuerzo, pero es difícil, porque el concepto marca una rebeldía a lo establecido. En los partidos tradicionales, en cambio, las cosas son muy verticales.

El 2001 sigue latiendo. Hay una situación económica muy diferente, pero los procesos políticos tan profundos, como los que salieron a la superficie en 2001, se siguen retroalimentando. Muchos recuerdan de aquel momento lo que instaló el discurso oficial del kirchnerismo: el momento difícil y dramático que se vivió en el 2001. Por supuesto, en ese relato hay una parte de realidad, que todo el mundo sintoniza. Es decir, el recuerdo de los años de angustia e incertidumbre, de la desocupación, de la crisis económica, del corralito de los depósitos bancarios. Sin embargo, ese relato tapa lo formidable del 2001: la lucha que tiró abajo un gobierno, el “que se vayan todos”, que puso en duda el poder institucional. Y, aunque nadie hable hoy de eso, es un momento imborrable.

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