viernes, 14 de octubre de 2011

Fragmento de la entrevista a Ezequiel Adamovsky, "Asambleas populares"

Licenciado en Historia de la Universidad de Buenos Aires, es titular de la cátedra de Historia de Rusia en la Facultad de Filosofía y Letras. En 2009, la Conference on Latin American History (CLAH) de los Estados Unidos le otorgó el James Alexander Robertson Memorial Prize. Publicó los libros Más allá de la vieja izquierda e Historia de la clase media argentina.


Estaba dando la primera mano de pintura, cuando el noticiero de la radio informó que la policía reprimía a las Madres en la Plaza de Mayo. No lo dudó un segundo. Dejó la pared a medio pintar y apoyó la brocha sobre una pila de papeles de diarios.

“La consigna ‘Que se vayan todos’ estaba, de algún modo, nutrida por ese discurso antipolítico y neoliberal de los años noventa, con ese desprecio hacia el político corrupto e inútil y una especie de fantasía de un mundo sin política y con la única presencia del mercado. Pero la experiencia de 2001 transformó ese discurso en otra cosa. Si ése fue un insumo que actuó de algún modo facilitando el rechazo a la política tal como existía hasta ese momento, la presencia de la gente en la calle debe leerse bajo otra perspectiva. Ya no fue esa antipolítica neoliberal, sino una crítica al sistema político pero desde otra política, desde otra imaginación sobre cómo gestionar la sociedad”.

“Las manipulaciones que había entre las asambleas hicieron mierda ese espacio. Y que no se pudiera definir un camino para ese espacio significó que no había un horizonte de crecimiento claro. Las formas de micropolítica pueden tener un tiempo de vida muy variable, pero si no encuentran el camino para expandirse, terminan desapareciendo”.

“Surgieron diferentes colectivos donde se difundió una imaginación política de izquierda alternativa, que también hoy permanece. Ese tipo de dinámica, por ejemplo, tiene un influjo sobre los estudiantes secundarios que se movilizaron en 2009 y 2010. Son pibes que no vivieron la rebelión de 2001, porque eran muy chicos, pero hay un aprendizaje de ciertos vocabularios, procedimientos y horizontes imaginativos que perduran y se impregnan en sus prácticas. Las prácticas de 2001 y 2002 abrieron una brecha en la forma de ser de izquierda, que no es la que existía hasta entonces”.

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