martes, 26 de junio de 2012

Casullo: "La sociedad no quería represión"


(Fragmento de la entrevista a la politóloga María Esperanza Casullo, incluida en el libro 2001. Relatos de la crisis que cambió la Argentina, editado por Patria Grande)

"El 2001 marcó un límite de políticas que se veían como muy represivas y muy antipopulares. Fue una herencia agridulce. No es bueno que se caiga un gobierno, pero sí fue importante porque introdujo un miedo de los representantes a la figura de sus representados. Y eso en los noventa no estaba. Quedó claro que si un gobierno mete la pata, la gente lo va a ir a buscar. Kirchner tomó ese temor a la manifestación popular para agitarla en función de correr el esquema de lo posible. Es decir, yo me voy a apropiar de una parte de tus ganancias y vos “morfátela” porque, sino, salen estos “pibes” y queman todo. El 2001 actúa como una especie de amenaza latente, sobre algo a lo que no se quiere volver, que permite ampliar el rango de lo posible.

¿Cómo analiza los asesinatos de Santillán y Kosteki, en ese marco?
Hubo una mala lectura de Duhalde y de ciertos sectores de la elite con la masacre del Puente Pueyrredón, porque la sociedad no quería represión. Se revela una profunda desconexión entre la elite y ciertos deseos, no sólo de las clases populares sino también de la clase media. El 26 de junio de 2002 fue uno de los días más horribles de mi vida. Me acuerdo de ver las imágenes y de ponerme a llorar, de llamar a mi vieja y que también estuviera llorando. No sólo fue un acto criminal, sino que era algo que la sociedad no quería. Hay ciertas salvaguardas democráticas que están arraigadas en la sociedad argentina, y que no son reconocidas por las elites. El discurso represivo –no lo niego– resuena en ciertos sectores sociales, pero resuena menos que los que lo enuncian creen."

"Quedó expuesta la búsqueda de la solución militar y de contrainsurgencia"


(Fragmento de la entrevista a María del Carmen Verdú, abogada de la Correpi, incluida en el libro 2001. Relatos de la crisis que cambió la Argentina)

¿Por qué señala que la masacre de Puente Pueyrredón conforma una trilogía con la represión en Puente Corrientes y durante el 20 de diciembre?
En Puente Pueyrredón y Puente Corrientes quedó expuesta la búsqueda de la solución militar y de contrainsurgencia. En el Puente Pueyrredón estuvo complementada por la denuncia formulada por el ministro de Justicia, ( Jorge) Vanossi, quien un día antes de renunciar acusó de un complot al conjunto de las organizaciones piqueteras. Fue una causa en la que se imputó al conjunto de todas las organizaciones de trabajadores ocupados y desocupados. De hecho, se pidió el procesamiento completo a la lista de asistentes a la última Asamblea Nacional Piquetera y la supuesta prueba eran las grabaciones que realizó el personal de inteligencia infiltrado en esa reunión. Pese a su carácter absurdo, esa causa estuvo en trámite durante mucho tiempo, porque era una herramienta disciplinadora. Si no hubiésemos logrado probar que a Maxi y Darío los mató la Policía, esa causa hubiese sido un problema porque naufragó debido a que su sustento era que los piqueteros armados se habían matado entre sí para desacreditar y tumbar al gobierno de Duhalde. Pero toda esa estrategia fracasó, porque generó más resistencia y, al día siguiente de Puente Pueyrredón, hubo una movilización masiva y espontánea. Aunque sí funcionó el Plan B, que es el que llevó adelante Néstor Kirchner, quien planteó la cooptación de las organizaciones. A partir de allí empezó una política de seducción que, particularmente, se observa en el ámbito de los trabajadores desocupados y de las organizaciones sociales y entre los organismos de derechos humanos. De forma simultánea, en aquellos que no se suman, genera un aislamiento y un encapsulamiento brutal y una estigmatización muy fuerte. De esa forma, del “así no podemos vivir” en términos de desocupación, hambre y miseria de los noventa, las capas medias que cantaban “Piquete y cacerola la lucha es una sola”, en la actualidad plantean que “ese así no se puede vivir” pasa por la supresión de los cortes.

"Fue un punto de inflexión"


(fragmento de la entrevista a Christian Castillo, incluida en 2001. Relatos de la crisis que cambió la Argentina)

"De hecho, ya en junio de 2002 se empezó a invertir la tendencia económica. Tanto, que el gobierno de Eduardo Duhalde se envalentonó y recurrió a la represión con los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Pero le salió mal y tuvo que retroceder", sintetiza Castillo.

¿La masacre de Puente Pueyrredón fue un momento de quiebre?
Fue un punto de inflexión, en un marco de mucha inestabilidad. Recuerdo que en Sociales impulsábamos un proceso de elecciones directas y yo terminé como director de la Carrera de Sociología. Y le pusimos los nombres de Kosteki y Santillán al Aula Magna de la Facultad, con un cerámico donado por los compañeros de Zanón. Todas las desestabilizaciones son muy complejas, pero lograron llegar a las presidenciales. Podía haber habido abstención, pero ya había cambiado la tendencia internacional de la economía. Los precios de los productos exportables de Argentina, que estaban hundidos en 2000, se empezaron a recuperar a comienzos de 2002 y volvió a crecer el producto bruto. Pero los trabajadores soportaron sobre sus espaldas una baja general del salario del 40 por ciento, que a la clase capitalista le convino enormemente para volver a producir en el país. Con ese reordenamiento de la economía, las clases medias dieron un viraje político.

lunes, 25 de junio de 2012

Luiz Zamora: "Fue un golpe a miles y miles de Daríos que estaban armando un movimiento"


(fragmento incluido en el libro 2001. Relatos de la crisis que cambió la Argentina)

¿Cómo analiza los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki?
Fue el intento de Duhalde por terminar el mandato de De la Rúa. Para llegar hasta diciembre de 2003, tenía que hacerle una demostración al poder de que podía terminar con los cortes y las protestas populares. Pero le salió el tiro por la culata. Entonces, tuvo que retroceder y adelantar las elecciones. Para el gobierno fue una derrota y se tuvo que ir antes de lo que pensaba, porque la respuesta en la calle fue masiva y muy contundente
¿Qué representó esa masacre para los movimientos sociales?
Para la Coordinadora Aníbal Verón fue terrible. Si bien el gobierno retrocedió, el golpe fue muy fuerte. Por eso, Darío (Santillán) es tan emblemático, porque fue un golpe a miles y miles de Daríos que estaban armando un movimiento. Yo lo debo haber conocido a Darío, el padre me dijo que me respetaba mucho, una frase que me llenó de orgullo. Antes de las peleas internas, me atraía mucho el trabajo de la Verón. Seguía con mucho interés lo que hacían los MTD de Lanús y Solano. Pero, internamente, el 26 de junio fue un golpe muy duro y todavía hoy siguen sacando conclusiones, y creo que está bien. Recuerdo que charlamos mucho estos temas con el Colectivo Situaciones, quienes luego escribieron el documento “Politizar la tristeza”.

Hebe de Bonafini: "Darío era un pibe clarísimo, entregó su vida por su compañero"

(Fragmento de la entrevista a Hebe de Bonafini, incluida en el libro 2001. Relatos de la crisis que cambió la Argentina)



¿Qué recuerdos tiene de los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán?
Ese día viajaba a Europa y estuve toda la mañana en Madres. Hasta que llegó nuestro fotógrafo, Sergio Kowalewski, y me pidió que mirara las fotos. Estaba muy asustado y me decía: “No sé qué hacer, porque estos tipos están como locos, ellos saben que alguien sacó las fotos pero no saben que las tengo yo”. Yo tenía que viajar sí o sí, y esa situación me desesperaba. Creo que fue una cosa acordada, no fue casual. Y tampoco fue casual a quién mataron. Yo lo conocía mucho a Santillán, porque él hacía una revista y habíamos hablado mucho. Incluso, algunas veces, la imprimimos nosotros. Con Kosteki no tenía relación, pero con Santillán sí. Y era un pibe clarísimo, entregó su vida por su compañero. Y al “Ruso” no lo mataron por azar, porque, para sacar esas fotos, se arriesgó muchísimo. Fue terrible lo que sucedió.
¿Qué análisis hacen de esa masacre?
Estaba todo organizado, porque no fue que al comisario Alfredo Fanchiotti se le escapó el tiro. Y no le pegan a cualquiera. Muchas veces –no digo siempre–, cuando matan a algún pibe, los eligen: aquellos que trabajan en un barrio, que hacen revistas, que políticamente son claros.
¿Cuál cree que era el objetivo político?
Duhalde es responsable de los asesinatos. De la Rúa, también, de más de cincuenta muertos. Nosotras hicimos muchas denuncias. Creo que esa masacre fue para decir: “Guarda, que nosotros tenemos las armas”. Pero a un pibe que está decidido, por más que lo asustes, no lo frenás.

viernes, 22 de junio de 2012

"Un no va más para el duhaldismo"


El investigador y periodista Raúl Zibechi analiza el impacto político de la Masacre de Avellaneda



¿Cómo observa la relación entre Estado y movimientos sociales en la Argentina actual?
La potencia del movimiento social es tan grande que el Estado necesita de ellos para hacer ciertas cosas. Si el Estado quiere trabajar en el territorio, en una villa o en un barrio del conurbano, tiene que apoyarse en los movimientos sociales. Uno puede decir que el Estado lo hace para domesticar a los movimientos, pero también queda claro que necesita hacer eso. En la actualidad, hay una zona muy gris entre la heteronomía y la autonomía. Por ejemplo, un bachillerato popular hoy reclama el reconocimiento del título o el salario para los docentes. Pero, también, el Estado está influido por los movimientos. Hay una disputa de grises, que es normal y que va a ser normal durante bastante tiempo. No está ese gran flujo de los movimientos, pero es un período de guerra de posiciones, que son micro y en cada lugar. Hay disputas muy interesantes, muy creativas a veces, y que muestran que el ciclo no está muerto. Algunos hablan de un ciclo de luchas que ya se terminó, pero yo creo que no.
¿Por qué cree que algunos señalan que ese ciclo se cerró el 26 de junio de 2002, con la masacre del Puente Pueyrredón?
Si utilizáramos la categoría “ciclo de protestas”, arranca alrededor de 1997 y culmina en julio de 2002, cuando Eduardo Duhalde convoca a elecciones. Ahí se produce un reacomodo de la clase dominante que les permite tomar la iniciativa. Fue una medida inteligente de Duhalde, porque entendió que no podía seguir en el gobierno y entonces convocó a elecciones para buscar una salida. De ese modo, el Estado retomó la iniciativa, más allá del gobierno. A partir de ese momento, el movimiento social tuvo un parate, porque el Estado tomó la iniciativa. Pero la creatividad popular no terminó. Entonces, se puede decir que ese ciclo no se cerró, porque hay creatividad popular, hay un montón de iniciativas que se mantienen y otras nuevas que se crean. El velorio de Kirchner, además, mostró que hay un alerta popular, porque fue algo que no estuvo “aparateado”, porque ahí estuvo la gente que salió espontáneamente a la calle. Y eso muestra una riqueza
enorme. En ese sentido, el asesinato de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki marcaron un “no va más” del duhaldismo y del intento de querer capear el temporal. Hay una vuelta de tuerca importante y el Estado retomó la iniciativa hasta el día de hoy. Pero eso no quiere decir que el ciclo de protestas esté terminado, porque están vivas la creatividad y la capacidad popular de seguir adelante.

(fragmento de la entrevista a Raúl Zibechi, incluida en el libro 2001. Relatos de la crisis que cambió la Argentina)

jueves, 21 de junio de 2012

A diez años de la Masacre de Avellaneda, el recuerdo del MTD de Solano

(fragmento de la entrevista a los integrantes del ex MTD de Solano, que integraban la Coordinadora Aníbal Verón, junto a los MTDs de Lanús, Almirante Brown, Florencio Varela y Esteban Echevarría. Incluido en el libro 2001. Relatos de la crisis que cambió la Argentina)



"Durante el gobierno de Duhalde, ellos ya habían tomado la decisión de hacernos pomada. Chiche Duhalde declaraba: `Yo los voy a secar a los piqueteros. Y, en las reuniones de gobernadores en La Pampa, decían: 'Esto no va más, hay que frenarlos'. Pero no tiraron ninguna señal y a nosotros nos dejaron con todos los números en la rifa de las balas'", sostiene Alberto Spagnolo. “Maxi y Darío fueron objetivos seleccionados, pero hubo un montón de compañeros heridos de bala, en la espalda, en la columna, en la cabeza. Tiraban a matar. En Solano, tuvimos once heridos de bala”, agrega. “Esa masacre fue la culminación de una avanzada en la criminalización de la protesta y de las luchas sociales. Si bien fue hacia nosotros tenía que ver con algo mucho más grande”, razona Neka Jara. A su lado, Spagnolo asiente y agrega: “De alguna manera, creo que lograron su objetivo de quebrarnos internamente, de ponernos en tensión”.


¿Cómo se vivieron en el movimiento los meses posteriores a la masacre de Avellaneda? ALBERTO: Nosotros éramos una organización marginal y pasamos a ocupar un protagonismo muy fuerte en el escenario político. Aparecieron las cámaras de TV y los periodistas hacían su acongojada crítica. “Creíamos que se mataban entre ustedes y no era así”, decían. Pero ese protagonismo se mezclaba con una fragilidad en nuestra mente, en nuestra posibilidad de reflexión sobre lo que ahí se estaba jugando. Ya comenzaban a erosionarse las posibilidades que teníamos como organización, porque la represión siempre te deja una marca.
¿Cuáles eran esas huellas?
ALBERTO: Nunca puede ser lo mismo si te asesinan compañeros. Nosotros tuvimos once heridos de bala, muchos compañeros. No eran heridas simples, sino que te tiraban a matar con balas de plomo. Y eso produce dolor en la familia. Es muy fuerte. De todos modos, creo que no fue lo que rompió la organización, porque si algo hubo a favor es que siempre se trabajó con mucha sinceridad, explicando a qué íbamos en cada caso. No es que iba la vanguardia y llevaba la gente de relleno. Se debatía mucho. Nadie jamás va a poder decir “me llevaron a algo que yo no sabía”. Y eso ayuda. Pero el tema es que, con ese protagonismo político que tuvimos, con una proyecto muy grande de la Aníbal Verón, se puso en tensión esa construcción múltiple que teníamos como principio organizativo.
¿Allí comenzó la ruptura de la Coordinadora?
ALBERTO: Conformar una “mezcla política”, como la definíamos, suponía que tuviera capacidad de decisión, representación y búsqueda de la eficacia. Pero diciendo “bueno, así se es más eficaz”, se pasaba por arriba las asambleas. El hecho de que dos o tres decidieran una cuestión en una mesa política te ponía en una situación de contradicción con tu propia forma organizativa. Se modificaban un montón de cosas y eso es lo que no se pudo saldar. Más allá de que hubo cuestiones conspirativas que no ayudaron al momento.
Muchos interpretan que la represión del 26 de junio de 2002 marcó el fin de una etapa, ¿qué interpretación política hacen ustedes de aquellos hechos?
NEKA: Sentimos el cierre de una etapa, pero también la apertura de otras cosas, que es en lo que andamos hoy. También redefiniciones de los distintos grupos que estábamos en ese momento coordinando la Aníbal Verón, porque se abrieron caminos diferentes. Ahí empezamos a pensar muchísimo y a tener luchas internas muy fuertes, por ejemplo, con el tema de los piquetes. Sentíamos que estaba agotada esa herramienta. Hoy hay piquetes por todos lados. En algunos casos, nos parece bien; en otros no… Hasta el campo pudo hacer piquetes. Pero lo que se abrió ahí fue conflictivo, significó rupturas y quiebres, aunque también muchos aprendizajes.